Sothys era el nombre que los antiguos egipcios le daban a una estrella de deslumbrante claridad; aparecía a los ojos de los habitantes de la tierra de los Faraones como la joya suprema. Los Hombres quedaban fascinados por su resplandor y su belleza. Una noche celestial, Saturno se encontró a la joven estrella Sothys. ¡Ni siquiera Venus le había parecido nunca revelar tal belleza! El encuentro fue fulminante y una pasión ardiente avivó el corazón de Saturno, trastornando así el ritmo regular de la vida de los astros. No pudiendo soportar ver su belleza puesta en entredicho, Venus culminó su venganza y la hundió en la noche haciéndola desaparecer. Los llantos de Saturno no cesaron durante cuarenta días y cuarenta noches, inundando la Tierra. Durante siglos, el mundo no supo nada de Sothys, hasta el día en el que… Sothys renace para confiar su secreto a la Tierra: dedicarse a la mujer para preservar su belleza y su felicidad.
En su homenaje, los Hombres la convirtieron en una diosa.
